De qué se trata:

La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) es el encuentro de jóvenes de todo el mundo con el Papa. Puede considerarse una peregrinación, una celebración de la juventud, una expresión de la Iglesia universal y un momento intenso de evangelización para el mundo juvenil. La JMJ abre sus puertas a todos, estén cerca o lejos de la Iglesia.

Se celebra a nivel diocesano el Domingo de Ramos, y cada dos, tres o cuatro años como encuentro internacional en una ciudad elegida por el Papa.

Desde su primera edición en Roma en 1986, la Jornada Mundial de la Juventud ha sido una celebración para explorar y descubrir nuestra fe católica y la transformación de la Iglesia.

Su objetivo es proporcionar a todos los participantes una experiencia eclesial universal, propiciando un encuentro personal con Jesucristo. Es un nuevo estímulo para la fe, la esperanza y la caridad de toda la comunidad del país anfitrión. Con los jóvenes como protagonistas, la Jornada Mundial de la Juventud busca también promover la paz, la unidad y la fraternidad entre los pueblos y las naciones de todo el mundo.

Lo que ocurre:

A lo largo de una semana, se reúnen jóvenes de todo el mundo.

Además de los momentos de oración, convivencia y ocio, los jóvenes inscritos en esta celebración participan en diversas iniciativas organizadas por el equipo de la JMJ, en distintos lugares de la ciudad anfitriona. Un momento principal es el del Papa, que celebra la ceremonia de bienvenida y apertura, el Vía Crucis, la vigilia y, el último día, la misa de clausura.

Días en las diócesis:

Los «Días en las diócesis» son un encuentro previo a la JMJ y consisten en integrar a los jóvenes de todo el mundo en las comunidades parroquiales. Durante estos días, los participantes pueden conocer mejor la región de acogida, así como la Iglesia local y sus características, y como ocurre también en la semana de la JMJ, se alojan en instalaciones públicas o parroquiales o en casas de familia.

La historia:

En 1984, el Papa Juan Pablo II decidió organizar un encuentro el Domingo de Ramos, en Roma, para celebrar el Jubileo de los Jóvenes del Año Santo de la Redención 1983-1984. Este acontecimiento esperaba alrededor de sesenta mil peregrinos, pero fue testigo de 250 mil jóvenes de diferentes países del mundo. Este fue el ser de las JMJ y el motivo por el que hoy las celebramos. El Papa explicó la creación de las JMJ de la siguiente manera: «Todos los jóvenes deben sentirse acompañados por la Iglesia: por eso toda la Iglesia, en unión con el Sucesor de Pedro, se siente más comprometida, a nivel mundial, con los jóvenes de hoy, con sus inquietudes y peticiones, con su apertura y esperanzas, para responder a sus aspiraciones, transmitiendo la certeza que es Cristo, la Verdad que es Cristo, el amor que es Cristo, a través de un adecuado proceso de desarrollo».

Los símbolos

Dos símbolos representan la JMJ

la cruz peregrina
Nuestra Señora Salus Populi Romani.

La cruz peregrina

La cruz peregrina de 3,8 metros de altura, construida para el Año Santo en 1983, fue confiada a los jóvenes el Domingo de Ramos del año siguiente por Juan Pablo II, para que la llevaran por todo el mundo. Desde entonces, se considera un verdadero signo de fe.

El icono de Nuestra Señora Salus Populi Romani

Desde 2003, la cruz peregrina va acompañada del icono de Nuestra Señora Salus Populi Romani, que representa a la Virgen María con el Niño en brazos. Este icono fue introducido también por el Papa Juan Pablo II como símbolo de la presencia de María entre los jóvenes.