Queridos hermanos y hermanas, hoy celebramos el Segundo Domingo de Cuaresma, y cada domingo nos acerca a los misterios que celebraremos en la Pascua.
La Iglesia nos invita a meditar sobre el Evangelio de la Transfiguración de Jesús según San Lucas. Esta manifestación de Dios forma parte del camino de Jesús hacia Jerusalén y ya muestra la novedad de la Nueva Alianza que Él viene a cumplir para la salvación de la humanidad. Durante esta transfiguración, aparecen Moisés, el guardián de la Ley, y Elías, el padre de toda la línea de profetas, que será completada por Juan el Bautista. Estos dos amigos de la Escritura representan los pilares de la enseñanza del Antiguo Testamento, testimoniando la venida de Jesús para la salvación de la humanidad. Dios siempre es fiel a sus promesas.

A través de este Evangelio, comprendemos que la Transfiguración es el cuarto Misterio Luminoso, que meditamos cada jueves al rezar el Rosario. Nos invita a contemplar a Jesús transfigurado y nos llama a ser testigos, como Pedro, Santiago y Juan, quienes fueron los primeros en ver a Jesús en toda su gloria y vieron a Moisés y Elías. Como ellos, estamos llamados a comprometernos en el mundo como buenos testigos de Cristo, a quien encontramos en su Palabra y en la Eucaristía, participando activamente en nuestras parroquias y comunidades. La Transfiguración nos deja entrever lo que seremos en la resurrección de los muertos: seremos revestidos con un cuerpo glorioso (Filipenses 3,21; 1 Corintios 15,54). La voz que se escucha en el Monte Tabor hace eco de las palabras pronunciadas en el bautismo de Jesús en el Jordán: Jesús es el único que debe ser escuchado; Él es la Palabra viva, la Palabra de vida y verdad (cf. Jn 14,6). La escucha define al discípulo. Esto nos enseña que hay un vínculo estrecho entre el Bautismo y la Transfiguración. En Cristo, el Padre nos acoge para una nueva vida como hijos de Dios y corresponsables de la misión de la Iglesia. La actitud de los tres discípulos—Pedro, Santiago y Juan—nos enseña sobre la revolución que trajo Jesucristo: con Él, Dios, que en el Antiguo Testamento era invisible e inaccesible, se hizo hombre en su Hijo Jesús. Se hace visible y se une a la naturaleza humana.

Así, el hombre, imagen de Dios, puede hablar con Dios como con un amigo, un hermano. A veces, podemos sentirnos conmovidos, como Pedro cuando dijo: “Hagamos tres tiendas…”. Después de una experiencia tan bella, podemos sentirnos incapaces de bajar de la montaña para regresar a la realidad de la vida. Sin embargo, debemos recordar que somos más grandes que nuestras emociones.

Queridos hermanos y hermanas scouts, la Transfiguración nos invita a mirar al Señor Jesús, quien quiere transfigurar nuestra vida para embellecerla en Él. Para ello, estamos llamados a escuchar con atención. Al igual que en las Máximas (dichos de Baloo), el lema «Haremos lo mejor» de los lobatos y los valores del escultismo pueden seguir ayudándonos. Desde pequeños aprendimos a pensar primero en los demás, a escuchar con atención y a seguir los buenos ejemplos de nuestros mayores. Este Jefe a quien debemos escuchar es Jesús. Sí, hermanos y hermanas, es fundamental escucharlo para transformar nuestra vida y la creación según la voluntad de Dios. Que este tiempo de Cuaresma nos conceda la gracia de escucharlo, para que el mundo sea transfigurado y crezca para la gloria de Dios y la salvación de toda la humanidad.

Que tengan un tiempo de Cuaresma bendecido y fructífero.
Padre Jules N’Doua

Capellán CICE África